Se ha quedado a vivir en mí la soledad, me despierto y ella me acomoda, me restriega su mano contra mis ojos, me besa y con una caricía humeda y mojada me pide que me levante, me extiende la mano, con un golpe seco, ya me ha puesto en pie. Me coje de las muñecas y con suavidad, me quita el pijama mientras me sonríe mirándome a los ojos. Se muerde el labio con pasión y se marcha, la sigo, sigilosamente sin hacer ruido, mueve sus caderas dando pasos cuadriculados, se desviste con suavidad y se mete en la bañera, mientras en ese momento me hace un ademán con la mano para que entre yo también, lo hago y me abraza.
Bajo el cielo
bajo el cielo de...
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