Bajo el cielo

bajo el cielo de...

14 octubre 2003

Recordando mis otras vidas me dí cuenta de que ya no me quedaba nada, todo se había desgajado como una naranja en cada paso, y mi rostro ya irreconocible apenas mostraba más que un amasijo de cicatrices de las que apenas ya no tengo constancia de haberlas ni si quiera imáginado. Mis manos arrancadas de la tierra, dejaron de tener forma hace ya mucho tiempo y los dedos toscos, que ya no hacen más que dificultar mis movimientos, no muestran más que una degeneración inmediata, estrídente y blanca. Mis pies ya no son más que trozos de carne encarnada supurante, engangrenada que despiden un penetrante olor dulzón a podredumbre y a sucio que culmina con la sangre coagulada de mis piernas qué a modo de costras cubren la piel cual roca llena de lapas.