Hojas secas que se arrastran danzando entre la hierba, bailoteando al paso de un viento intempestibo, que las obliga a correr y parar, las obliga a reir y llorar, y ellas meciéndose sin ver, ni sentir casi la respiración se posan de nuevo en el suelo, miestras se miran entre ellas y se enrojencen, como de niñas jugando al pilla pilla en el patio de un colegio. Y así pasa el tiempo de nuevo, día a día, segundo a segundo. Aunque esta sensación ahora mismo ya forme parte del pasado.
Bajo el cielo
bajo el cielo de...
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